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Sobre Antonio Miranda
 
 


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Foto: https://www.festivaldepoesiademedellin.org/

 

EGAR TREJOS
( Colômbia )

 

Nació en Riosucio, Caldas, Colombia, en 1956. Ha publicado los libros de poesía: La Casa del Frío, 1983; Alas para la Noche, 1994 y el libro de poemas para niños Fogatas para una infancia feliz. También publicó el libro de cuentos Sueño para olvidar. Gestor cultural en proyecciones literarias comunitarias y promotor de lectura. En la actualidad, docente de talleres de creación literaria en la Universidad Politécnico Colombiano Jaime Isaza Cadavid, la Casa de la Cultura de Envigado y la Casa de la Cultura de San Antonio de Prado. Integrante de la Casa de Poesía Porfirio Barba Jacob; codirector de la revista Poética; miembro del comité de redacción de la revista literaria Árcades de San Antonio de Prado; editor de El Son del Viento, publicación de escritores colombianos; miembro activo de la Red Nacional de Talleres de Escritura Creativa -Relata, a través del Taller Pluma Encendida, de Envigado, del que es el director.

 

TEXTOS EN ESPAÑOL  -  TEXTOS EM PORTUGUÊS

 

MUESTRA DE POESÍA DE MEDELLIN 1950-2011.  Carátula: Germán Londoño. Medellín, Colombia: 2011.  381 p. 
ISBN  978-958-44-8484-0
               Ex. bibl. Antonio Miranda

 

       HALLAZGO

Hay un lugar
disperso y cálido
cambiante como el mirar del agua…
Indescifrada cicatriz del ser entre hojas del tiempo,
presente verdor de un rocío pasado
muy cercano al fuego del día que se vive
al gesto de una voz oculta en nuestra sangre
a la huella de tu piel hambrienta de verdadera risa.
Lugar donde el calor nos llega
donde la luz invade,
senda fértil de donde la noche hiriente escapó
y nadie ha podido regresarla,
corazón de ojos abiertos donde el sol viene siempre
caminando, a trote lento,
siempre.
Umbral de tu palabra para el Hombre
eco solitario de tu pensamiento
labios de viva aurora que dibuja otro mundo,
ese lugar debe ser tuyo como las alas de tu sombra:
ese lugar
eres tú,
encuéntralo.


LLAMADO DEL DOLOR

Yo era un barco, un dios sin apuros
ebrio de viento y luz y mar, de años por venir aún,
en los días de grandeza de andanza personal
cuando me olvidaba de mí adentro de mi luna
y buscaba en la noche inmensa
— oscura noche de oscuros hombres
mis amigos en diáspora malsana —
la sombra ávida de todo mal que deseaba ser.
Yo era feliz, un dios, un barco,
nada ante mí o fuera de mí que conquistar
salvo el delicioso vivir y la ignominia
salvo aquello visible que anhelaba poseer,
nada en mi puerta grabado
anunciaba el misterio solar
del ser que vive
y busca llegar.
Yo era feliz
gustaba de estar solo con el mundo
antes de encontrar tu puño Señor
la clara aldaba de tu mano sin rencor
y conocer
las pequeñas esquinas desde donde llama el dolor,
ese inhumano clamor
de quien bebe a diario el agua del martirio
y hunde su huella de impotencia.
Ignorarlo me aniquila entonces
— ¿cómo puede tener sorda el alma
y sordo el corazón? —
Ahora sólo puedo ser un llanto hondo de dolor
de niña que reclama
el pan del amor, años por venir aún sin muerte
no más la sangre sin razón del indefenso.


OIGO LA LLUVIA

Oigo la lluvia ya
su bordado de cristal afuera
tocando caminos la antigua lluvia que no cesa
la lluvia ligera
inquieta diosa de la fertilidad.
Oigo la lluvia ahora
como un hongo enorme destilando la noche
conocida siempre y siempre desconocida
cuyas gotas caen suaves como sueños
sobre nuestra encallecida piel.
Oigo la lluvia ya sobre mis alas
— es grande la desesperanza que la mirada arroja —
pero aquí estoy como si fuera mi tierra el mundo,
nada que haga puede cambiar la senda hollada
nada que hiciera mi culpa entonces
— esta vieja culpa que con la lluvia ya en mi alma
y otra lluvia más nueva
vendría a golpear la risa bajo llave
a estos días faltos de prodigioso oído
dejando limpia la ventana del corazón sepultado
abierta la casa para los fuertes vientos
que vendrán con el extraño saludo de la vida.

 

TEXTOS EM PORTUGUÊS
Tradução: ANTONIO MIRANDA

 

ACHADO

Existe um lugar
disperso e cálido
cambiante como o olhar da água…
Indecifrada cicatriz do ser entre folhas do tempo,
presente verdor de um orvalho passado
muito próximo ao fogo do dia que se vive
ao gesto de uma voz oculta em nosso sangre
à marca de tua pele faminta de verdadeira riso.
Lugar onde o calor nos chega
onde a luz invade,
senda fértil de onde a noite ofensiva escapou
e ninguém consegui regressá-la,
coração de olhos abertos onde o sol vem sempre
caminhando, a trote lento,
sempre.
Umbral de tua palavra para o Homem
eco solitário de teu pensamento
lábios de viva aurora que desenha outro mundo,
esse lugar deve ser teu como asas de tua sombra:
esse lugar
é tu,
encontre-o.

CHAMADO DE DOR

Eu era um barco, um deus sem pressa
ébrio de vento e luz e mar, de anos por vir ainda,
nos dias de grandeza de andança pessoal
quando esquecia de mim dentro de minha lua
e buscava na noite imensa
— noite escura de escuros homens
meus amigos em diáspora malsã —
a sombra ávida de todo mal que desejava ser.
Eu era feliz, um deus, um barco,
nada diante de mim ou fora de mi a conquistar
exceto o delicioso viver e a ignomínia
exceto aquele visível que ansiava possuir,
nada em minha porta gravado
anunciava o mistério solar
do ser que vive
e tenta chegar.
Eu era feliz
gostava de estar só com o mundo
antes de encontrar teu punho Senhor
a clara aldrava de tua mão sem rancor
e conhecer
as pequenas esquinas desde onde chama a dor,
esse inumano clamor
de quem bebe diariamente a água do martírio
e afunda sua pegada de impotência.
Ignorá-lo então me aniquila
— como posse ter surda a alma
e surdo o coração? —
Agora pode ser apenas um pranto de dor
de menina que reclama
o pão do amor, anos por virem ainda sem morte
não mais o sangue sem razão do indefeso.

        OUÇO A CHUBA

Já ouço a chuva
seu bordado de cristal  externo
tocando caminhos a antiga chuva que não para
a chuva ligeira
inquieta deusa da fertilidade.
Ouço a chuva agora
como um fungo enorme destilando a noite
conhecida sempre e sempre desconhecida
cujas gotas caem suaves como sonhos
sobre nossa calejada pele.
Já ouço a chuva  sobre as minhas asas
— é grande a desesperança que a mirada lança —
mas aquí estou como se fosse  minha terra o mundo,
nada que faça pode mudar a senda pisada
nada que causasse a minha culpa então
— esta velha culpa que com a chuva já em miha alma
e outra chuva mais nova
viria a golpear o riso sob a chave
a estes dias com a falta do prodigioso ouvido
deixando limpa a janela do coração sepultado
aberta a casa para os fortes ventos
que virão com a estranha saudação da vida.

 

*

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Página publicada em janeiro de 2023


 

 

 
 
 
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